Enrique Ernesto Febbraro fue un ciudadano argentino, nacido en Buenos Aires, que a lo largo de su vida hizo de todo: fue odontólogo, psicólogo, escritor, profesor y músico. Llegó inculso a ser candidato, en dos oportunidades, al Premio Nobel de la Paz. Quienes lo conocieron cuentan que pregonaba la amistad como valor y era miembro del Rotary Club, donde particpaba activamente.
El 20 de julio de 1969, mientras Ernesto miraba por televisión la llegada del hombre a la luna, tuvo un idea: celebrar ese acontecimiento como Día del Amigo. No había para él un hecho más significativo que ese: todos los habitantes del mundo pendientes de esos tres astronautas que a bordo del Apolo XI estaban haciendo historia. «Fuimos sus amigos y ellos, amigos del universo”, decía para resumir la importancia del alunizaje.
Entonces decidió enviar miles de cartas a diferentes lugares del mundo, para proponer esta celebración: contactó a organismos estatales, se reunió con políticos, con representantes de la iglesia, entusiasmó a referentes de la comunidad y les solicitó ayuda a sus amigos en esta particular cruzada, en la que nunca bajó los brazos.
Tras varias gestiones y trámites, en 1979, el Decreto 235 del gobierno de la provincia de Buenos Aires, establecía: «Auspíciase la celebración del Día Internacional del Amigo a realizarse el día 20 de julio de cada año».
En nuestros días, la celebración de la amistad es un clásico cada 20 de julio en Argentina.
Pocos conocen el origen del festejo, inciativa del amigo Febbraro.