La idea del viejo Simón

El pueblo donde vivo se llama «más cerca de acá que allá» es un pueblo que no queda cerca de una heladería, ni de un supermercado, ni de un shopping. Lo único cerca del pueblo, es la zapatería de Simón. Desde que soy chico Simón es viejo, yo le digo “el viejo Simón”.
Su  zapatería es la más desordenada de todas, aunque para él no lo es, “- yo encuentro todo” dice. Está ubicada en el garaje de su casa, por todos lados hay martillos, cueros, clavos, pomadas, cepillos, suelas desparramadas por donde mires y por supuesto cientos de zapatos y cientos de pedazos de zapatos que formaban una alfombra de zapatos por toda la zapatería.
Últimamente al viejo no le estaba yendo nada bien, “- antes se usaban como cuatro años los mismos zapatos, si se rompían, se arreglaban y salían como nuevos del taller… ahora neee…, arreglo uno de vez en cuando. Los únicos clientes son mi familia, los tengo penados si compran zapatos nuevos. ¡Los zapatos no se compran, se arreglan!”.
El viejo tiene una idea que le viene dando vuelta entre las canas hace tiempo: fabricar la “SÚPER MÁQUINA PARA PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO A TRAVÉS DE SUS ZAPATOS”, con ese nombre largo quería bautizar a la máquina.
Una mañana se puso a trabajar en su idea, hizo un dibujo, lo cambió, hizo otro, se distrajo dibujando un árbol que estaba viendo por la ventana, por supuesto que también lo borró. Por  fin se decidió y se puso a fabricarla. Pasó un mes a puertas cerradas.
Les juro que era la máquina más rara y fantástica que vi en mí vida.
Todo estaba dentro de una gran caja  hecha de madera. En la parte de abajo había dos plantillas grandes, al costado un martillo colgando y un  botón de cuero que decía “encendido”. Colgando de todos lados, había zapatos de todos los tipos y colores: de princesas, botas de policías, botines de fútbol, de buzos, ¡hasta herraduras de caballos!
El viejo simón me invitó a probarla y si bien estaba nervioso, me animé y elegí  “Chancletas de vieja chusma”. Me las puse y me paré sobre ellas, cerré la puerta y le pegué un martillazo al botón de encendido. En  un segundo se iluminó la caja y al otro segundo estaba detrás de una ventana espiando y escondiéndome, ¡estaba hecho una verdadera vieja chusma!, pero, qué aburrido es ser una vieja chusma, te la pasas atrás de la ventana. En ese momento escuché la voz del viejo que venía desde las chancletas: “¿querés salir?” me dijo, “si viejo”, le contesté. El viejo estaba requeté contento.
Puso un cartel afuera de su casa que decía “Entre y sorpréndase”.
La zapatería se convirtió en un lugar de alegría, todos querían visitarla y colgar sus zapatos, había niños, jóvenes, viejos corriendo descalzos por todos lados, todos fascinados por conocer  la “Súper máquina”. Eso sí, de paso, el viejo Simón aprovechaba para zurcir o tapar  agujeros de zapatos rotos.
Autor: Agustín Moral Cartelle. 
Publicado en Cuento, Cultura, Diversidad.

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